viernes, 24 de junio de 2016

Arde y desaparece!!!

Hoy, día de San Juan, me he propuesto quemar por fin todo lo que me ata a un pasado que quiero olvidar. Cartas, fotos, regalos... todo. No le daré la oportunidad de ser dueña de mi vida a quien no lo merece, a quien ha confundido el amor con dependencia, a quien no ha sabido entender ni valorar el compromiso y sacrificio que requiere amar de verdad. No volverás a mi vida. Arderás y desaparecerás.

En los últimos días me he dado cuenta de las numerosas parejas estables que se han separado o en muy mal estado a mi alrededor en los últimos tiempos (Glo.., Car..., Mer..., Can..., Mar..., Zaz..., JA..., Jos..., Jav..., Vic..., JM..., Al... ) y me hace pensar de nuevo en toda esta historia que no acabo de superar. No acabo de entender ni aceptar que alguien cambie tanto y que llegue a tal punto de confusión que tirar toda una vida de esfuerzos y sentimientos por la borda sea la mejor solución para sus problemas. 
Quizá el confundido soy yo y no vale la pena darse al 100% a nadie. Quizá lo importante no son las personas. Quizá amar no es la entrega total que me dijeron que era. Quizá no vale la pena volver a intentarlo nunca más con nadie... O quizá simplemente me equivoqué de persona y viví engañado todos estos años cegado por una venda que yo mismo me puse para no ver la realidad. No lo sé.

En cualquier caso, ahora sus palabras garabateadas con caligrafía élfica, sus fotos y sus regalos crepitan irremediablemente convirtiéndose en un humo que se disuelve en el aire formando pequeños remolinos hasta que desaparecen. Arde y desaparece. En el suelo sólo quedan cenizas que se resquebrajan y se alejan con el viento.


El ciclo ha concluido. Arde. Desaparece. No vuelvas jamás.

lunes, 18 de abril de 2016

Hombre de gris

No son buenas fechas. Durante demasiado tiempo he estado buscando la manera de sobrellevar mejor los acontecimientos más tristes que me han pasado en toda mi vida y son muchos los consejos que escucho. Sin embargo, la conclusión general que saco de todos ellos es muy preocupante.

"Vive tu vida sin importarte nadie". "Haz lo que te gusta". "Cambia de look, de ambiente". "Haz cosas nuevas". "Aquí y ahora". Son algunas de las frases que más se repiten. En un principio podría parecer que son acertadas, optimistas y llenas de energía pero ocultan un oscuro secreto: El consumismo emocional.

Estamos en un momento en el que el consumismo tradicional ha calado tanto en nuestra sociedad que ya hasta las relaciones personales se toman como objetos con obsolescencia programada. Y lo peor es que aparecen teorías psicológicas para justificar este comportamiento y fomentar aún más la búsqueda del placer por el placer dejando a un lado el esfuerzo y el sacrificio por sacar lo mejor de nosotros para con los demás.

Ahora se fomenta también el sacar la mejor versión de uno mismo. Cambiar de look, de ambientes y de actitud. Quererse a uno mismo. Convertirnos en alguien que no somos. Esforzarnos por ser atractivos para los demás siguiendo las normas estéticas de moda... Hace tiempo que estoy tratando de hacer eso. Me corté la coleta que me identificó durante 15 años. Me dejé la barba de una semana que está de moda y me compré ropa actual. Incluso estoy yendo al gimnasio. ¿Y todo para qué? Para ser uno más de la manada. Para ser un hombre gris, igual que todos, consumiendo cigarrillos de tiempo uno tras otro,  sin corazón, sin importarme lo que sienten los demás porque el más importante debo ser yo y mi felicidad está por encima de todo.

Eso es lo que los consejos que escucho encierran. Eso es lo que las nuevas teorías buenrrollistas del "Aquí y Ahora" de Eckhart Tolle no te van a contar. Egoísmo, hedonismo, vampirismo emocional, borreguismo... Esta es la mayor victoria de un sistema que destruye al ser humano y los convierte en seres descerebrados y manipulables, sin sentimientos, sin corazón, sin empatía ni amor por los demás. Simplemente una plaga de langostas que consume y consume, tanto cosas como a personas.

lunes, 8 de febrero de 2016

Hasta siempre. Billy (2002-2016)

El metal de esta mesa está frío y siento una aguja entrar en mis venas. Ellos están aquí a mi lado. Sus caras no parecen las de siempre. Les noto más tristes de lo habitual. Los últimos días no han sido nada buenos. Cada vez me sentía más débil y me costaba mucho andar. Desde el verano me he sentido más y más cansado y creo entender por qué. Han pasado muchos años, muchas vivencias, y quizá se me esté agotando el tiempo.

Ayer vino mi hermano y conseguí con un gran esfuerzo salir a recibirlo como siempre. Me abracé a él un poco más que de costumbre porque no creo que pueda volver a hacerlo. Siento mucho que mi hermana no esté aquí. No podré verla una última vez.
Ahora tengo bastante sueño. Mi cuerpo se está apagando y no consigo sentir sus caricias aunque sé que tienen sus manos sobre mí.
Muchos recuerdos me vienen ahora de mi vida con esta familia. Catorce años dicen que tengo, pero yo me noto mucho más viejo. El primer día que llegué yo era un despojo muy pequeño. Me llevaron a Badajoz. Poco después conocí un sitio mucho más divertido llamado Aldeacentenera donde conocí un gato que se creía el rey de la casa. Nos hicimos amigos pero poco después apareció muy herido. Nunca me dijeron qué le pasó pero a los pocos días no volví a verlo en casa. Le eché mucho de menos. En el pueblo también me presentaron a mis abuelos. Los quería mucho. Solía escaparme de casa e ir a la suya donde me daban un cuscurro de pan y llamaban a mis padres para que vinieran a por mí. En realidad, me escapaba para obligar a mis padres a visitar a los abuelos. Sé que se sentían solos en esa casa tan vieja y les veía iluminarse cuando yo aparecía por la puerta y después mis padres venían a por mí, quedándose a cenar de paso. Fueron unos buenos años.


Más tarde el abuelo enfermó y se fue muy lejos, a Lérida, decían. Una vez fui a visitarlo. El viaje  fue muy divertido pero al llegar me di cuenta de que el abuelo estaba muy mal. Años después me dijeron que ya no podría volver a verlo. 

En Badajoz también viví muchas aventuras. Era una ciudad donde tenía muchos amigos y los veía cuando sacaba a mi padre de paseo por el río. Me encantaba sacarlo a que anduviera un poco. Lo mantenía en forma.
 
Poco después aparecieron dos personas en casa que decían que eran algo de mis hermanos y se les veía muy felices. Nunca me cayeron bien del todo, la verdad, y demostraba mi descontento ladrando sin parar. Algo tenían que no me gustaba: Él fumaba unas cosas con un olor extraño que me producían un fuerte mareo y ella olía a gato, y todo buen perro sabe que los gatos no son de fiar. Estuvieron muchos años por aquí pero por fin desaparecieron. La de los gatos hace tan sólo unos meses. Lo extraño es que eso puso muy tristes a mis hermanos y no logro entender aún por qué pero siempre he tratado de estar a su lado para animarlos. 

He visto muchas cosas en todos estos años en mi familia. Muchas risas y también llantos. He compartido muchos problemas que ponían muy tristes a mis padres y siempre estuve a su lado para hacerles sentir mejor.

Mi hermana estuvo enferma muchos años. No quería comer y sufría mucho pero por fin al final de mucho esfuerzo se recuperó y volvimos al pueblo. Estoy muy orgulloso de ella. Aquí estaba muy feliz también. El sonido del pueblo es fantástico y su olor embriagador. Nada que ver con la ruidosa y apestosa ciudad. Aquí tenía muchos amigos entre perros, gatos y pájaros. Me encantaba llevar a mi padre a que trabajara en el huerto y a mi madre y abuela de paseo por la laguna para poder cazar ranas. Pero el año pasado mi abuela se fue también. Fue un palo muy duro. Nadie como ella sabía dejar caer comida de la mesa para mí. Y me encantaba cómo me decía cariños.

Este último año ha sido muy raro. Me han ido faltando las fuerzas. Ya no podía salir a recibir a mis hermanos saltando sobre ellos cuando venían ni podía seguir el ritmo de mis padres cuando salíamos a pasear. Poco a poco notaba que la alegría iba desapareciendo de la casa y me miraban con ojos tristes, preocupados por mí.

Hoy ya no me puedo mover. Me han traído al veterinario y aquí estoy cada vez con más sueño, con menos peso sobre mi cuerpo. No quiero que cesen nunca sus caricias, sus cariños, su alegría... pero yo ya no puedo darles más. Toda mi vida se la he regalado, toda mi energía y mi amor. Y ellos me han correspondido. No puedo estar más feliz aunque les voy a echar mucho de menos. Sé que ellos me echarán de menos también. Ojalá pudiera estar con ellos sólo un ratito más pero mi tiempo acaba aquí y espero que mi recuerdo esté siempre en sus corazones.

Se me nubla la vista. La mesa ya no me parece tan fría...